miércoles, 4 de febrero de 2009

LA MUJER DE GOÑI

LA MUJER DE GOÑI

LA MUJER DE GOÑI Había llegado en autobús a Goñi, Bilbao, y disfrutaba de ese maravilloso pueblo paseando por sus calles y plazas cuando se me acercó una mujer delgada, alta y morena que me comentó: --Fíjate en la plaza mayor de Goñi ¿No te recuerda a la plaza mayor de Madrid? Tenía razón, se parecía mucho. Ella me dijo que si quería tomar un vino y me llevó a un bar antiguo. Era curioso, no me conocía de nada y me invitaba a un bar. Es muy amable la gente de Bilbao. Ella iba con su amiga, una chica pequeña, menuda. Con coletas que caían por su espalda. Me bebí un vino peleón en ese bar, olía un poco a grasa y a calamares fritos. Era un bar pequeño, atendido por una señora mayor que llevaba un delantal. Resultó que esa señora era la madre de mi nueva amiga. Me invitaron a su casa. La casa de mi nueva amiga tenía los pasillos muy estrechos, era un poco agobiante. Entonces ella me dijo que era militar, que estaba en el ejército español. Me llamó la atención que una chica de un pueblo de Bilbao estuviera en el ejército español y luego me di cuenta de que España es muy grande y que el país vasco no es sólo lo que vemos en la tele. Me sirvió para entender cuanta gente buena hay en el país vasco, cuanta gente que no se avergüenza de ser española y que además está orgullosa de ello. Empecé a pensar que vivía en un país dividido, siempre lo había pensado pero en Goñi podía sentirlo, sentía la división de los españoles entre nacionalistas y no nacionalistas. La chica de Goñi se llamaba Cristina-Fernanda, no era un nombre muy vasco. Con ese nombre sólo se podía ser reina o sargento. A Cristina-Fernanda también le gustaba leer al vidente Mario de Sabato, el que había pronosticado otra guerra civil en España. Yo le dije a Cristina-Fernanda que no podíamos tener otra guerra civil, que ya habíamos tenido una. Cristina-Fernanda me comentó que los vascos ya habían tenido tres guerras civiles. Me quedé un poco horrorizado. Me dijo ella que era teniente y que tenía un chaquetón para mí, una chaqueta Vestalt con un águila en la manga derecha. Entonces comprendí que era de un novio anterior que la había dejado. Comprendí también que el anterior novio suyo habría sido militar. Me llamó la atención que, pasara el tiempo que pasara, muchas chicas que conocía pensaran que yo tenía alguna vinculación con el ejército cuando empezaban a saber quién era. Era como si yo llevara conmigo un aura de militar. --¿Eres de derechas o de izquierdas?—me preguntó. --Le dije que yo no me consideraba ni de derechas ni de izquierdas pero que todos mis amigos me pasaban por la derecha. --Verás—la expliqué--, para mí lo que cuenta en esta vida es ser una persona normal, y para mí alguien normal es católico, patriota, proclerical, promilitar, proisraelí…y que cuando va a votar vota al Partido Popular porque es la opción menos mala que hay… --Pues sí—me dijo ella--, aunque tú te creas que no eres de derechas eres bastante de derechas… Yo no entendía por qué Cristina-Fernanda me decía eso, yo sólo trataba de ser un tipo normal que hiciera cosas normales y pensara cosas normales. --Si quieres que te diga una cosa—añadí--, te diré que soy católico pero que en mi vida nunca he buscado a Dios, he buscado el placer. De hecho creo que mi única religión ha sido el placer: el sexo, las drogas, el alcohol, la fiesta, el desparrame…¿Qué tipo de católico he sido que nunca he buscado al divino Cristo y que me he enfangado en la búsqueda de placeres que al final han acabado por saturarme? Ella me contestó que gracias a que tenía unos valores católicos ahora que en mi vida había dejado de buscar el placer tenía las bases para encontrar a Dios. Pero yo no quería encontrar a Dios, quería que Dios me encontrase a mí. Dice La Biblia que hay un tiempo para sembrar y otro para cosechar, un tiempo para tirar la piedra y otro para esconder la mano, un tiempo para la guerra y otro para la paz. Pensaba que el tiempo de buscar a Dios había llegado, el resto de mi vida había sido ir a misa con resaca de la juerga del día anterior. Yo he ido a misa todos los domingos hasta los veintitrés años…¿Qué me pasó después? Creo que sencillamente las resacas eran peores. Conversé mucho y de manera amena con mi amiga Cristina-Fernanda, me hizo darme cuenta de quién era realmente y qué estaba buscando en esta vida. Me hizo darme cuenta de lo variado que es nuestro país y quiénes lo habitan y que todo no es como lo cuentan en las noticias, me hizo pensar, me hizo madurar, y me hizo sentir una gran sensación de ternura. Y cuando llegó la noche cogí el autobús de vuelta a mi casa.

Enviado por: jose imaginacion

El Hombre Romantico

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