viernes, 26 de junio de 2009

ISHTAR

ISHTAR



Ishtar es la diosa babilónica del sexo, la fertilidad, el amor pasional y la guerra. La antigua Babilonia estaba situada entre el Tigris y el Eufrates, más o menos donde ahora se encontaría Irak. También se la conoce con el nombre de Astarté.
Es una pena pensar que donde ahora está Irak hace miles de años existió una ciudad llena de lujo y esplendor, una ciudad pagana donde se practicaba la prostitución sagrada y donde la gente era rica y libertina.
Me gustaría saber si hay alguna oración a la diosa Ishtar. Yo conozco una. Durante un tiempo yo rezaba a la diosa Ishtar. En este mundo de libertad religiosa supongo que no habrá nada malo en creer en la diosa Ishtar…¿Veis algo negativo en ello? Cuando rezaba a la diosa decía así:
DEA SUPICEM EXAUDIT NO DEJES MORIR TUS LLAMAS CALDEA MI SORDO CORAZÓN O VIERTETÉ EN MIS HONDOS SUEÑOS CON TU LICOR ARDIENTE Y MISTERIOSO. ISHTAR, YO TE INVOCO, DAME LA PRESTANCIA DE UN ÁNGEL Y LA FUERZA DE UN TIGRE. ISHTAR, YO TE INVOCO PORQUE YO SOY TU FIEL ADORADOR.

Enviado por: jose imaginacion

El Hombre Romantico

lunes, 8 de junio de 2009

FIN DE LA CLASE MEDIA

FIN DE LA CLASE MEDIA

FIN DE LA CLASE MEDIA: UNA HISTORIA DE AMOR El católico miró la fotografía que le hiciera Rosaura ante la jaula del tigre blanco del zoo de Cantabria, habían pasado quince años de aquello. Sus ojos se posaron sobre la sordidez del cuarto, cucarachas muertas que parecían dormidas, olor a mierda de animal que subía de la calle y se mezclaba con el de las cañerías. El católico había vuelto a aquel prostíbulo de pueblo donde ya no bebía porque se lo impedía su úlcera, en cambio se dejaba acompañar por mujeres veinte años más jóvenes que él. En un espejo con el azogue gastado podía ver su imagen avejentada en camiseta, realmente parecía aparentar más de sus cincuenta años a pesar de tener buen tipo; para él tener buen tipo era estar delgado cuando en realidad lo que ocurría era que la úlcera no le dejaba comer. Toda su fuerza la sacaba de un paquete y medio de cigarrillos diarios y un te verde y amargo que le preparaba su casera acuciada por el instinto maternal. A su edad no se asustaba por nada pero pensaba que debía recuperar el tiempo perdido en sus insulsos años de matrimonio, el sexo era una buena excusa para hacer su voluntad, para reafirmarse como individuo. Hacía pocas horas que había pasado por su colchón Irina la ucraniana, una belleza de ojos metálicos de poco más de veinte años con pechos grandes y redondos y unos pezones rosas y juguetones. Ella era una chica traviesa que le divertía y trataba con respeto, no como en otros lugares donde le habían cogido su miembro con un clinex para chupárselo con una mueca de asco. A su edad enamorarse era una tragedia, siempre lo había sentido así. Y ahora contemplaba la foto que le hiciera Rosaura frente a la jaula del tigre y sentía que había estado desperdiciando su vida. Por ella fue que se separó de su mujer con la que llevaba décadas casado, por ella fue que lo dejó todo y se fue a vivir a otra ciudad, a iniciar una nueva vida. Eso fue antes de que empezaran los problemas, de las apuestas, el vino y las mujeres. Antes de que engañara también a Rosaura de la que estaba enamorado simplemente porque su instinto se hizo insaciable. Le llamaban el católico porque no se avergonzaba de serlo, había cometido muchos errores en esta vida pero el pensaba que permanecía siempre del lado del bien, la realidad era que había sido siempre una mala persona con una coraza de moralidad y respetabilidad que se había inventado a su alrededor. De hecho él siempre despreciaba a la gentuza con la que tuvo que tratar porque se sabía mejor que ellos, con el tiempo su destino y el suyo fueron parejos. Un mismo destino para una misma vida, es lo obligado y lo presentido. Los sueños nos hablan siempre en secreto de aquello que apuntan nuestros instintos y el católico siempre supo que su vida se perdería, se consolaba pensando que Dios estaba con él pero todo era mitad artimaña y mitad espejismo. De joven había sido muy peleón, creía en la violencia. De joven no se había dejado achantar por nadie y había vuelto del revés más de una cara aunque nunca le había levantado la mano a una mujer. Pero ahora, al sentirse abandonado por Rosaura, latía en él un deseo de vengar su ego maltrecho que no resarcía con las jornadas maratonianas de sexo en "El jardincito". El católico acariciaba la idea de poner fin a la vida de Rosaura y más tarde poner fin a su propia vida. Aunque le dolía el estómago sabía que esa noche volvería a beber, no le importaba amanecer reventado en un hospital de barrio, sentía una gran necesidad que al mismo tiempo era una gran necedad. Sus ojos volvían a mirar una y otra vez aquella foto que le hizo ella ante la jaula del tigre y se dio cuenta de que ese día había sido inmensamente feliz. El drama de la felicidad no consiste en no ser ya feliz sino en haberlo sido alguna vez, en ver como los días se suceden monótonamente sin esperanza ni amparo mientras el yo que una vez hemos sido nos llama desde alguna parte al mismo tiempo que la vida nos cobra su tributo.
Puede que el católico estuviera loco pero puede que en su locura estuviera su fuerza. La locura es preferible a la vulgaridad. La gente cuerda es vulgar y estigmatiza a todos los que no están mentalmente como ellos, sin embargo en la locura podemos encontrar una fuerza que nos entrega una luz que nos hace más sabios, todo ello sumado da como resultado que el vesánico no sea una persona común, que el vesánico no sea una persona corriente. El católico no sabía que estaba loco pero lo que tenía muy claro es que él no era una persona vulgar, si se sentía por encima de la masa, del vulgo, era por encontrarse en la seguridad de que era moralmente superior. La vida nos entrega sus laboriosos juegos de espejos y en ellos nos encontramos cuando estamos perdidos. El católico recordaba la invasión pacífica de china en los años del virus, paseaba de la mano con Rosaura por las calles atestadas antes de que se produjeran las reacciones xenófobas. Hacía tiempo que la gente había dejado de llevar mascarillas como si con ese gesto le hubieran perdido el miedo a la muerte. Sabía que él también tendría que ponerse el chip en la mano derecha para ser controlado en todo momento por el gobierno del Nuevo Orden Mundial, pero por ahora no había acudido a los centros indicados para que le hicieran la implantación. Había oído hablar de los psicofármacos que entregaba el gobierno como si fueran caramelos, en su mayoría tranquilizantes. Los tranquilizantes más suaves podían comprarse en farmacias sin receta médica y te proporcionaban al menos dos horas de paz y relajamiento total, su precio era inferior a un paquete de cigarrillos. Entre los tranquilizantes y la realidad virtual la gente no se preocupaba por dejar su destino en manos del Nuevo Orden Mundial, la diversión estaba asegurada y la protección también: un nuevo ejército, compuesto por masas desheredadas y hambrientas del cono sur pero capitaneadas por lo más selecto de los grupos de control gubernamentales y de su inteligencia militar, estaba programado para dar la vida ante el avance del Crimen Internacional compuesto por mafias y organizaciones terroristas que trabajaban al alimón. Crimen Internacional se nutría de descontentos con el sistema, parados, ecologistas extremos, antiglobalizadores, anarquistas de siempre, socialistas utópicos y terroristas fanáticos. Crimen Internacional era la opción al mundo supercontrolado del Nuevo Orden Mundial con el que podías coexistir pacíficamente más o menos drogado, más o menos libre. Las normas de Crimen Internacional eran tan rígidas que muchos preferían estar del lado del gobierno planetario manipulador. El católico recordaba cómo se empezaron a diluir las fronteras entre el bien y el mal, no había bien ni mal tan sólo había dos opciones: permanecer del lado del gobierno o permanecer en contra del gobierno. Las dos tenían ventajas e inconvenientes. Pero el católico había inventado una tercera opción: permanecer del lado del mal, estar del lado del gobierno y pensar que estaba obrando bien y que pertenecía al lado de los justos. Es decir, el católico no era consciente de su propia maldad, no sabía muy bien qué estaba haciendo ni de qué modo estaba obrando. Sólo tenía en su cabeza la sensación de ser un hombre noble y bondadoso que vivía sin meterse en problemas intentando disfrutar de alguna manera de la vida que le había tocado vivir y en el tiempo en el que le había tocado estar. No le gustaban los tranquilizantes y prefería el alcohol; alcohol y cigarrillos estaban a unos precios ridículos. El tabaco podía matarte pero todo podía matarte: el sol, un virus, un terrorista, un Criminal Internacional, el gobierno sufriendo una equivocación, un psicótico desde su mente alucinada por el sistema. La vida se había vuelto más precaria, más frágil y por eso se vivía con toda la intensidad que dan los tiempos finales cuando lo cierto era que no había tiempos finales sino inicios de un nuevo mundo. El católico nació en España a mediados de los años setenta, era hijo de un matrimonio de médicos que ganaban bien su vida y tenían buenos sueldos por eso tuvo una buena formación académica. El católico se licencio en derecho, estudió idiomas y vivió una temporada en el extranjero. Estuvo muchos años de pasante con un sueldo mínimo y cuando por fin pudo ejercer como abogado se dio cuenta de que no tenía suficiente dinero para tener un despacho propio e ingresó en un bufete de abogados de su ciudad. Como la universidad se había masificado había un exceso de profesionales liberales con lo cual el mercado bajó el precio de sus tarifas, el católico pertenecía a una clase media mucho más amplia pero que ganaba menos dinero que la generación de la clase media de sus progenitores aunque tuvieran más formación. Todo fue bien medianamente en los años noventa, pero con la crisis del año 2007 el dinero empezó a escasear, los clientes eran menos y los abogados que rompían el mercado con tarifas más bajas de las normalmente aplicadas eran un peligro. La clase media empezó a sufrir el paro, a tener menos ingresos. Los precios de los alquileres y la vivienda estaban muy altos y la gente vivía para poder pagar su casa, entonces se cobraba poco o no se cobraba, los morosos eran muchos. Al católico empezaron a llegarle menos ingresos. Al menos ganaba más de mil euros al mes y tenía trabajo, compartía una casa pagada a medias con su mujer pero cuando se divorció de ella la vendió y tuvo que vivir en una pensión donde la casera le preparaba te verde todas las tardes para darle ánimos. Los jóvenes eran más cultos, más instruidos, más viajados pero ganaban poco dinero. La riqueza tenía que repartirse, la clase media se había hecho mucho más amplia y un sinfín de hijos de obreros formaban parte de ella por fin teniendo además una buena formación cultural e intelectual. El católico se alegraba de ello, nunca había sido clasista y pensaba que la riqueza tenía que repartirse y que todo el mundo tenía derecho a una vida mejor. Lo que le disgustaba al católico era que pertenecía a una clase media que era mucho más pobre que la clase media de sus padres y que había tenido que estudiar y que trabajar más, el católico pensaba que para un hijo de obrero llegar a la clase media no había sido tan malo. El problema era que los hijos de los obreros que habían llegado a ser clase media desearían haber vivido en una clase media tan opulenta como la que había antiguamente, muchos hijos de obreros tenían padres con baja formación intelectual pero que ganaban bastante más dinero que ellos que tenían una educación superior, un título universitario y una profesión liberal. Todo ello propiciaba una clase media con recelos y resquemores consigo misma, es decir una clase media que jamás se uniría para luchar. Una clase media que por un lado se preocupaba—no en todos los casos—de venir de una clase obrera o que se resignaba de proceder de una clase superior y haber perdido poder adquisitivo. El católico recordaba algo que había leído de Ortega, Ortega pensaba que llegaríamos a la época del señorito satisfecho, una época en la que sólo nos procuraríamos autosatisfacernos pero en la que no lucharíamos por nada, no tendríamos ideales ni objetivos, una época de señoritos autocomplacientes. Aquella época que decía Ortega para él llegó en los años noventa, cuando todo el mundo había subido de categoría social y se vivía para el placer sin importar el mañana. Lo que no imaginó el católico es que en poco tiempo pasarían de ser señoritos satisfechos a señoritos pobres, es decir incapacitados para la lucha por la justicia social debido al propio egoísmo, complacencia e insolidaridad que les había encumbrado. Había crisis pero las discotecas estaban llenas, los discobares estaban llenos, había muchas ofertas de consumo en lo referente al ocio y todo el mundo prefería el ocio a la lucha social. Los jóvenes de ahora no agradecían la lucha por las libertades que tuvieron que sufrir sus padres y lo veían como un proceso natural, como una inercia en la que todo hubiera discurrido casi de un modo mágico, sin esfuerzo, sin lucha, sin sangre. Todos los derechos de los que ahora disfrutaba la juventud los vivían como una herencia regalada que habían obtenido sin ningún esfuerzo, dolor o sacrificio y estando incapacitados como estaban para rebelarse cuando llegó el cras del 2010 se limitaron a autosatisfacerse todavía más a volcarse en los excesos de todo tipo y a ahogar sus penas en cualquier vicio dejando la violencia en grupos marginales que habían hecho de la violencia una forma de marginación de un paraíso al que todavía ellos creían pertenecer; pero todo era una ficción, una fábula, un encantamiento y nadie sabía qué podría pasar porque al mismo tiempo que se empobrecían bajaban los precios de los lugares de ocio, se obtenían subsidios sociales y arañando dinero de aquí y de allá con un poco de ayuda familiar y otro poco de ayuda del estado la situación que se vivía era mucho más cómoda que la lucha por tratar de mejorarla y que como ya he dicho antes cayó en manos de grupos ultramarginales que empezaron a poco a ser considerados filoterroristas y por lo tanto a ser perseguidos. Rebelarse contra el sistema empezó pagarse muy caro porque se suponía que el sistema era justo y garante, ya no había una dictadura, no había ningún tipo de régimen militar y si luchabas lo hacías contra una democracia y te convertías en antidemócrata y por lo tanto merecedor del más duro de los castigos. Pero el amor era la fuerza que lo convertía todo, por eso el católico sabía que aunque hubiera perdido a Rosaura y a su mujer al menos podría volver a reconquistar a Rosaura. Así fue como el católico trazó un plan para recuperar a su antiguo amor, pero esto es otra historia.

Enviado por: jose imaginacion

El Hombre Romantico

miércoles, 4 de marzo de 2009

CRIS

CRIS

CRIS Me quedaba en un hotel, el chico era un joven andaluz muy simpático. Pero no podía quedarme en el hotel, tendría que quedarme en su bar. En el bar ponían películas que yo quería ver, se estaba a gusto en la trastienda del bar viendo televisión, yo esperaba un programa del canal satélite. Cuando llevé dos noches allí decidí cambiar de hotel, me fui a uno de lujo. Para mi desgracia un grupo de chicas se empeñaba en utilizar mi habitación, después mis padres también querían utilizarla. Harto me fui a una fiesta muy extraña, se trataba de una gran casa, una gran mansión. En la gran mansión había muchas habitaciones y en cada una de ellas una fiesta, mucho colorido sin duda en aquel lugar. Cambié de ciudad, me largue a una similar a Zaragoza. Se estaba bien allí. Asistía a cursos de arte en la universidad, allí me encontré con mi vieja profesora de historia del arte. Fue un encuentro bonito. Me habían asignado a un señor mayor, periodista del Opus Dei, como tutor. Tenía que vivir en su casa. Un día llegué tarde y sucio y él me echó de su casa y me llevó en su coche hasta el final de la ciudad. Caminé como puede hasta la estación de tren más cercana, tenía un billete para alguna parte. Por fin conseguí llegar a casa de mis padres, un monstruo enorme de nueve plantas. En la parte de abajo viviría yo. Había empezado una nueva vida. En el chalet de al lado vivía una cuarentona que se llamaba Cris, invertía en bolsa. Cris era rubia, madura, millonaria de cuerpo pequeño y redondo. Cris era muy sensual. Nos hicimos amigos enseguida. Cris hablaba sobre la esencia de las religiones, Cris pensaba que la fe era egoísta porque tener fe anula las otras fes que existen, y ella pensaba que si eres católico estás negando con tu fe pertenecer a la fe de otras religiones. Había personas que negaban todo tipo de fes posibles y esas tenían una fe que era una no-fe. También podrías tener fe en todas las religiones y entonces tendrías un tipo de fe no egoísta pero absurda, podrías ser generoso y absurdo al mismo tiempo. Cris y yo salíamos a patinar juntos por la urbanización, los patines nos hacían parecer más altos. Era una buena forma de hacer ejercicio. Espacio para la muerte, mi corazón es largo, dulces entarimados, Casio-relog en el desfile de sonatas y rumbas, el barco llega cargado de chinos, los chinos llegan por el sur. Cris me hacía pensar de manera incoherente, a veces íbamos por el campo atravesando agujeros en el cielo. Luego estaba todo el verdor que se puede pisar en la tierra y todo el calor del mundo, y el recuerdo de las personas amadas que una vez nos quisieron y que ahora ya no están. La vida es una absoluta pérdida, la vida es añorar a los que se fueron y estar con los que se quedaron. La vida es tiempo y rosas y un panal de miel. La vida es una configuración ambigua de planetas redondos que aparecen y se quedan suspendidos cual plataformas celestes magnéticas, desde cualquier ciudad se puede contemplar el cielo y el espectáculo de la sangre fluyendo caliente por nuestro cuerpo y los pájaros que cantan al despertar y todos y cada uno de los momentos en los que estuvimos con amigos y fuimos acompañados por nuestras penas y rencores y el tiempo en el que éramos limpios de envidia, de malos rollos y sinsabores. El tiempo azul de la infancia, luego llega el peso de la enfermedad y la muerte que contemplas en el mundo y en otros, el rastro del dolor, el hilo cruel y nefasto de las desgracias y el tiempo que se repliega sobre sí mismo y canta una canción de tristeza marchita que se queda absorta largo tiempo en una nota, callejas llenas de frío y vino, edificios altos en los que empezar a vivir, audiciones de música, pruebas de baile, espejismos rotos. Dados trucados en los que ver nuestro número de la vida, aventura siempre, lo desconocido siempre y las personas que tienen un perfil único e irrepetible y los países a los que nunca volveré y el exilio que me espera cuando empiece la tercera guerra mundial. Y darse cuenta de que eres mucho más duro, mucho más racional, que reconoces la locura y no ves en ella ningún significado porque la mayor locura es encontrar un sentido a la locura, un significado porque la locura no tiene sentido, lo sé porque veo la locura en los demás y veo cómo todos tratan de dar un significado a su locura pero la locura no quiere decir nada, no tiene objeto, se basta a sí misma. Porque estoy iluminado sé muchas cosas, la gracia está en mí. Pasan los años y las semillas del tedio, y los países se empobrecerán y habrá más hambre en el mundo y habrá una gran inundación y caerá un astro del cielo. Pero los que quedemos haremos a la humanidad mucho más fuerte, mucho más excelsa. Y si aguantamos hasta el 2020, en el 2020 estaremos de lujo, de fábula. En el 2020 seremos todos sanos y felices aunque luego las ciudades serán países, cada ciudad será un estado y entre ciudades-estado habrá guerras. Pero eso será en el 2100, después del meteorito y las inundaciones y los 57 años de paz mundial ininterrumpidos. Debo creerme que soy un poeta, si me creo que soy un poeta escribiré más, crearé más. Recuerdo lo mucho que escribía poesía a mis veinte años, cuando me creía que era un genio. Mis veinte años fueron la etapa más prolífica de toda mi vida. Me creía un Rimbaud, un Mallarme. Creé una energía y ahora esa energía no la tengo, no me basta. Ahora no dispongo de esa energía porque se ha instalado el miedo al fin del mundo en mí y no puedo crear porque pienso que no habrá nadie para leerme en el futuro. Pero no me cuentes rollos, me decía Cris, el mundo no se acabará y tú tienes que seguir escribiendo. Y si el mundo se acaba tú tienes que seguir escribiendo para los que queden. Pero Cris…¿Para qué voy a escribir? Si hay gente que escribe mucho mejor que yo, gente que es verdaderamente genial. ¿Yo que puedo aportar? ¿Yo que papel tengo en el mundo? A veces creo que no valgo nada. No digas eso, amor mío, tú vales mucho, tú tienes un papel importante en la humanidad, un papel grande o pequeño pero un papel. Y tú puedes aportar algo. Recuerdo tu primera novela "La señal de Jonás" era una puta mierda, lo único bueno era el título y la enviaste a concursos para que te copiaran el título y la idea del argumento que no supiste desarrollar y que no era mala. Tu segundo novela era menos mala y tenía una idea muy buena que transmitir, un memes: la idea de que el mundo se divide entre los dueños del truco y los hipnotizados. La idea de que unos son los dueños del truco e inventaron la magia, la filosofía y la religión y otros son los hipnotizados que son todos los demás, los que asumen y asimilan las ideas de otros. Tú querías ser un dueño del truco y dar ideas a los demás para que fueran de una determinada manera. Nada se perdió, la idea pasa de mente a mente. Tienes que ser más positivo, recobrar tu fuerza de los veinte años, creerte que eres un poeta de nuevo, empezar a crear de nuevo, volver a escribir sin pensar que el mundo se acabará mañana. Ya lo sé Cris, pero no es que esté deprimido. Noto mucha fuerza en mi mente y en mi cuerpo. Lo que pasa Cris es que no sé si mi vida tiene sentido, si tiene sentido escribir, si vale para algo. Quizás tendría más sentido aprender idiomas y viajar. Leo mucho pero ¿Para qué? No voy a tener más dinero por ello, no me siento más culto por ello y además el intelecto es una mierda, es una mierda de la que muchos se alimentan. Disfrutar de la belleza del mundo sería lo apropiado y no tratar de ser genial porque ser genial es vulgar, tratar de ser genial es lo más vulgar que hay. Cris me animaba a seguir escribiendo en mis horas bajas. Un día fuimos a pasear en barca y un aguacero descargó su furia sobre nosotros, yo me constipé pero Cris cogió una pulmonía terrible y murió a los pocos días. Me sentí muy solo, no sabía cómo escribir y narrar lo que me había sucedido. Era todo tan negativo que me daba miedo poner mis sentimientos sobre el papel. Pensé que el mundo está lleno de mujeres y que siempre te puedes encontrar con una mujer pero sentía el dolor de aquella pérdida, era así. Sentía dolor en mi alma, viajaría a la India. Nadie nos dijo que la vida fuera a ser fácil pero yo lo había creído así, pensé que viviría en un mundo de privilegios y ahora ya no tenía ningún futuro, la literatura no daba para comer, ser genial ya no me seducía.

Enviado por: jose imaginacion

El Hombre Romantico

viernes, 6 de febrero de 2009

MAREMOTO

MAREMOTO

Entrecerrar los ojos, con la nebulosa madre aparentando cansancio y las raíces de los árboles cayendo alrededor del cuerpo. Yo descansaba sobre mi sofá-cama de la calle Isabel de Sotienza, dormía al raso de mi voz. Abría los cajones en los que tenía mis recuerdos de niño, tres cajones con cromos y peonzas y relojes baratos que ya no tenían pila: mi viejo Duwart al que querré siempre, comprado con mis ahorros, mi Duwart de hucha rota y sonido canario. Salir con las bicicletas por el parque de las moreras, paraíso de amor libre, el soberbio y limpio despertar, cadenas estranguladas. Salía al parque y veía a los árboles enormes, de hojas enormes, de troncos enormes. Luego esos árboles caían en mi memoria y yo los llevaba conmigo, me sentaba en mi sofá-cama e imaginaba que yo era un árbol que me llenaba de hojas y de raíces, que me salían cortezas en la piel. Luego yo me transformaba en un árbol, era el increíble niño-lama-sabio, era el precioso niño-ser. Luces sobre la oscuridad de los días, el sol transparente como un zumo de naranja aguado, las caricias de mi madre para que me despertara, mi madre arropándome para que me durmiera. Mi madre cuidando del viejo árbol y yo pasaba debajo de la ramas de mi hermano-padre el viejo árbol con mi bicicleta regalada por mi primera comunión, bicicleta roja llena de retrovisores que valían sólo ciento cincuenta pesetas. Luego el sol encendía las luces y cada luz era distinta, disfrutaba de la llegada del ocaso, me convertía en un espécimen de un experimento de mi alma: el salto inmaculado hacia la más vida. Mientras tanto existían los espejos en cada parte sin cubrir de las paredes, me miraba cambiar y pensaba en el hombre que sería algún día, en el hombre que sería cuando cumpliese los dieciocho, me imaginaba fumando puros enormes y conduciendo una camioneta. Eso era lo que yo creía que era ser un hombre: fumar puros y conducir camionetas. Ignoro por qué tenía esta idea en la cabeza, tal vez tuviera una revelación. Escapar. Escapar a la sala de máquinas con mi amigo Jorge y jugar las monedas del álbum numismático, lo mejor de todo, las caras y cruces del mundial ochenta y dos. Las mujeres con bolso que sonríen, es lo mejor. Perseguir por las calles a esas mujeres con mi amigo Jorge cuyo padre era representante de las zapatillas Adidas y siempre iba vestido con Adidas. Y luego unas Adidas para mí también en oferta. Jorge y yo con nuestras Adidas nuevas, persiguiendo mujeres con bolso. Faldas largas y oscuras, hábitos monjiles que nos enervaban. Los sábados por la mañana jugando al baloncesto en el palacio de los jesuitas y luego metiendo entre las ramas de los árboles la pelota. Y jugar por jugar y perseguir a mujeres con bolso que sonreían, mi amigo Jorge y yo jugando a las cartas sobre un banco de piedra. Y pasan veinte años y estoy sentado en el mismo banco de piedra, no sé que habrá sido de Jorge. Las mujeres con bolso son casi de mi edad, ya soy un hombre. El tiempo ha volado, algunas canas en mis patillas, el pelo se me empieza a caer, fumo marcas baratas, tengo trabajos precarios, a veces bebo más de la cuenta. Entonces viene ella con un bolso negro y una falda monjil, tiene treinta y seis años pero aparenta más, expresión de sufrimiento, de mala digestión. Ha estado tomando cafés mientras hacía tiempo, se la nota nerviosa. El pelo moreno y suelto a la altura del cuello, los ojos negros y muy vivos, los labios sensuales como una fresa con demasiado carmín, olor a un perfume que seguramente le regaló su madre y que la hace parecer más vieja. Medias negras, zapatos sin mucho ni poco tacón, para caminar y estar elegante a la vez. El resto de la ropa es indescriptible, probablemente esté loca pero me quiere. Me besa una vez en los labios y empezamos a caminar juntos, no recuerdo si ha dicho mi nombre. --Me ha vuelto a pegar—me dijo--, es un mal hombre, un hijo de puta. --Algo le habrás hecho. --Quedar contigo…Bueno, quedar contigo no. Quedar con otro amigo, con el cejijunto, ya te hablé de él, es un palurdo con estudios. --¿Eso te pone, no? --¿Qué quieres decir? Ella se pasó una mano por el pelo como si se estuviera dando un tinte. --Pues que te gustan las personas que son dos cosas a la vez: los patanes con nivel académico y los que somos tontos y listos a la vez, como yo. --De todas las personas que son tontas y listas a la vez tú eres el que más me gusta—me dijo cogiéndome del brazo--, tú eres el que más me gusta porque eres realmente tonto y realmente listo a la vez. Claudia me tenía pillado, cuando respiraba nerviosa veía sus grandes pechos subir y bajar. Me había acostado una vez con ella, no estuvo mal pero tampoco fue nada del otro mundo de la misma forma que yo era tonto y listo a la vez ella era pura y puta al mismo tiempo. --¿Qué hacemos hoy?—me preguntó. --Vamos al Gines y yo bebo y tú vas al servicio cuando ya no aguantes mi conversación. --Me parece muy bien—respondió. A ella le parecía todo bien, por eso estaba con ella. El marido de Claudia era ingeniero de la Volvo pero el tipo más hijo de puta que me he echado en cara. No sólo la pegaba, la humillaba y la insultaba. La maltrataba psicológicamente. De vez en cuando él venía de la bolera o de jugar a los dardos y se enfadaba con ella sin ningún motivo. Discutían y acababa pegándola. Lo curioso era que para no dejarla marcas la pegaba en el cuello o en la tripa, nunca en la cara. Por eso Claudia no parecía una mujer marcada, tampoco parecía una mujer asustada. El problema de Claudia era que podía con ello perfectamente y por eso la situación podría prolongarse mucho en el tiempo. Claudia y yo paseábamos cerca de la glorieta de Quevedo, allí veíamos a nuestro pobre favorito. Era un hombrecillo gris y barbado que vivía sobre una alcantarilla, bebía mucho y utilizaba la alcantarilla de urinario y de cama al mismo tiempo. El menesteroso siempre estaba sucio y ajado pero parecía duro de cojones. Realmente sentíamos admiración por él porque aquel sujeto parecía realmente fuerte y creo que Claudia se inspiraba en él para soportar a su marido. Si un pobre podía vivir sobre una alcantarilla ella podía soportar que su marido la golpease el cuello. Nos estábamos divirtiendo por la calle, hablando haciendo chanzas de nuestras cosas cuando de repente ocurrió: la tierra empezó a temblar y el suelo a moverse, la gente chillaba desconcertada. Vi a una mujer que cogió a su hijo pequeño en brazos y salió corriendo. Claudia no se asustó, parecía divertirle la situación. Yo fingí entereza pero también tenía miedo en el fondo. Algunos cristales se desprendieron de los techos más altos, los automóviles empezaron a pitar, todo era muy confuso. Un hombre salió corriendo con gallinas en los brazos, era surrealista. Pensé que a lo mejor estaba soñando pero todo era muy cierto y notorio, tangible. --Está pasando algo muy gordo—dijo Claudia. Entonces me asusté. El terremoto duró unos siete segundos. Cuando pasó escuché el murmullo de la gente creciendo. Necesitaba una copa y un cigarro habano para recuperarme. Por fortuna había un estanco y un bar cerca. --Necesito comprarme un Romeo-Julieta para pasar el susto…¿No te importa, verdad? --¡Qué me va a importar!—dijo ella. Y cogidos del brazo entramos en el estanco. --¡ Han visto ustedes qué terremoto!—nos comentó el estanquero--¡ Aquí no ha sido pero en donde haya sido lo tienen que estar pasando de puta pena, esto sólo ha sido una réplica! El estanquero se limpio el sudor de las manos en un niqui grasiento, nos atendió enseguida. Cuando salí del estanco con Claudia me di cuenta de que me temblaban las piernas, el miedo había venido a por mí. --Vamos a beber algo, querida—le dije a Claudia. --Tú todo lo arreglas bebiendo. El bar olía a calamares y a buñuelos fritos, pedí un burbon en vaso ancho. Claudia se pidió un refresco, que lamentable es pedir refrescos en los bares. Espero no llegar nunca a esa situación. --Maldita tele—dijo la camarera coreana--.No se ve nada. Era verdad, la tele no emitía nada. Ni siquiera nieve. Se había quedado en el más oscuro de los agujeros negros y no había manera de sacarla de ahí. --Estamos todos jodidos—dijo el pobre que vivía sobre una alcantarilla. --Estamos todos muertos—dijo una vieja con un gorro de piel de marta. --Esto han sido los rusos—dijo un anciano que se había quedado en la guerra fría. Miré las manos del anciano y eran de una palidez cadavérica, lo asimilé a tener un mal presagio. --No salgan de sus casas—dijo una voz en un megáfono desde un coche de la policía—y cierren puertas y ventanas y no se asomen a la calle. La gente volvía a sus casas, Claudia y yo teníamos que volver cada uno a la nuestra. --Vente a mi casa y ponemos la radio—me dijo Claudia. --En la radio emitirán algo—dijo una voz cerca de mí que pertenecía a un magrebí descorazonado. Pero nos fuimos, queríamos escuchar las noticias en el arropamiento de un hogar, no en un antro oliendo a buñuelos. Por el camino vamos viendo a gente pegar carreras y coches que circulan muy deprisa. La casa de Claudia es un tercero sin ascensor con un cuadro de caballos desbocados en la cocina, comprobamos que la televisión no emite. Mientras sintoniza la radio Claudia miro su abrigo indescriptible sobre una silla. Pienso en ponerme una copa, en fumarme un cigarro…pero de repente me doy cuenta de que me he pasado la vida huyendo de mí mismo, por eso he buscado el placer tanto tiempo…porque tenía una gran necesidad de escapar…¿Escapar de qué? Escapar de mí mismo, sólo escapar, estar lejos. Algo en mí hace que no me soporte, que no pueda estar a gusto a solas conmigo. Por eso necesito escapar, huir. Estar con muchas personas también es lo que necesitaba a menudo, las personas te hacen que no estés contigo mismo: personas, alcohol, conversación superficial. Bares, pubs y discotecas y así pasan los años. El romanticismo es un dramatismo y la juventud una enfermedad que se pasa con el tiempo, cuando practicas la meditación puedes pasar del sexo. El sexo es una de las grandes cadenas que llevamos con nosotros, pero es una cadena que tiene que desprenderse sola. No hay que buscar la libertad, viene sola. Si no luchas alguien luchará por ti. Lo mejor es permanecer relajado, no entiendo por qué muchas veces se considera que lo mejor es permanecer angustiado y decir que la paz de la vida es la paz de la muerte, la paz de los cementerios. Los borrachos cuando se caen no se rompen ni un solo hueso porque no están angustiados, permanecer como borracho en la vida pero sin estarlo. Yo era lo que buscaba, esa relajación que dan las copas pero sin las copas. El calor del vino pero sin el vino. Si la cuerda está demasiado floja o demasiado tensa no se puede vivir, necesitamos un nivel mínimo de tensión en esta vida para funcionar pero si aumentamos el nivel vivimos estresados. Lo mismo ocurre con ser sensible, se puede ser sensible pero no se puede ser demasiado sensible, no es lo mismo sensible que sensiblero. El sensiblero acaba resultando un cursi. Y lo mismo ocurre con tener confianza en la vida, puedes tener confianza en la vida porque la vida te da lo que necesitas y todo lo que buscas lo tienes…¿Pero y si acaba ese ciclo? ¿Y si llega un momento en el que la vida ya no te da nada? Entonces debes pensar que cuando la vida no te da nada te está dando que no te da nada, te está dando su vacío. Percibir la materia entonces es una opción, observar, sentir. El año de vibración siete puedes apartarte del mundo y reflexionar y cuando venga la vibración ocho puedes viajar. Pero puede ocurrirte que estés en un año de vibración siete con mucha gente cuando deberías estar solo, entonces tú mismo te apartarás de la gente para pensar. Todo consiste en esta vida en quitarle dramatismo y ponerle cerebro. Hay que quitar emoción a las cosas e intelectualizarlas, razonarlas, devolverlas a su vertiente lógica. Sobre todo no podemos cargar con el universo de la culpa: culpa por nuestros pecados pasados en otras vidas o en esta, una rémora maldita de actos viles que arrastramos con nosotros. Tenemos que sacudirnos del yugo de la culpabilidad con que nos uncen todas las religiones. Quizás fuese más divertido adorar a Ganesa, más simpático. ¿Tenemos fe en Dios porque nos da cosas? Entonces cuando Dios nos quita…¿Perdemos la fe en Él? Nuestra fe es tan grande como las cosas que conseguimos con ella. Pedimos y pedimos pero Dios sabe qué es lo que nos conviene. Y luego está el libre albedrío…¿Y si tenemos libre albedrío qué papel juega Dios en él? ¿Dios no interfiere en nuestros destinos? Mejillas barbadas, mejillas que tenemos que poner. Estaba sumido en todas estas reflexiones cuando Claudia sintonizó un prgrama de radio donde estaban dando las noticias. Nos quedamos estupefactos los dos, un gran maremoto había levantado olas de setenta y cinco metros que se habían llevado por delante las costas de Japón y de Inglaterra. De hecho Japón estaba literalmente bajo las aguas e Inglaterra se había convertido en una isla diminuta. Irlanda prácticamente había desaparecido. Los muertos se contaban por millones. Lo más curioso de todo es que habían aparecido dos continentes nuevos emergiendo de las aguas, dos continentes del tamaño de Sudamérica. Era como si Dios nos hubiese quitado unas tierras y nos hubiese dado otras, era un nuevo renacimiento y un nuevo Apocalipsis a la vez. Era una información tan increíble que no podíamos darle crédito pero habíamos sentido el terremoto bajo nuestros pies, la tierra se había sacudido como un perro que se quita las pulgas y mucha gente habría muerto y muchísima gente estaría desaparecida bajo las aguas. Yo siempre pensé que la destrucción del mundo vendría por el fuego, no por el agua. Yo siempre había pensado que ya había habido un diluvio y que no iba a haber otro. Había pensado todas estas cosas pero me equivocaba, el agua volvía a destruir la humanidad, un gran maremoto había llegado. ¿Qué podríamos hacer Claudia y yo? Nos abrazamos y lloramos juntos, nos volvimos a abrazar y volvimos a llorar. Llorábamos por todas las personas que habían perecido, lloramos por nuestros hermanos ingleses y nuestros hermanos japoneses. Dos grandes naciones de la tierra sepultadas. La humanidad no volvería a ser igual, todos habíamos cambiado. Nuestros teléfonos móviles no dejaban de sonar, nuestras familias y amigos querían saber dónde estábamos. En todo el edificio se oían los transistores informando. Recordé que una vez había escrito un cuento sobre un maremoto pero nunca imagine que el maremoto pudiera tener lugar ni que fuera tan virulento. Estábamos viviendo los tiempos finales de la humanidad pero la humanidad saldría reforzada y de seis mil millones de personas sobreviviríamos seiscientos millones al final de la gran tribulación. Pero todo era para nuestro bien, tenía que haber una limpieza kármica en la Tierra, teníamos que cobrar conciencia de todo el mal en el que habíamos vivido. Encendí unas velas e improvisé una oración.

Enviado por: jose imaginacion

El Hombre Romantico

miércoles, 4 de febrero de 2009

LA MUJER DE GOÑI

LA MUJER DE GOÑI

LA MUJER DE GOÑI Había llegado en autobús a Goñi, Bilbao, y disfrutaba de ese maravilloso pueblo paseando por sus calles y plazas cuando se me acercó una mujer delgada, alta y morena que me comentó: --Fíjate en la plaza mayor de Goñi ¿No te recuerda a la plaza mayor de Madrid? Tenía razón, se parecía mucho. Ella me dijo que si quería tomar un vino y me llevó a un bar antiguo. Era curioso, no me conocía de nada y me invitaba a un bar. Es muy amable la gente de Bilbao. Ella iba con su amiga, una chica pequeña, menuda. Con coletas que caían por su espalda. Me bebí un vino peleón en ese bar, olía un poco a grasa y a calamares fritos. Era un bar pequeño, atendido por una señora mayor que llevaba un delantal. Resultó que esa señora era la madre de mi nueva amiga. Me invitaron a su casa. La casa de mi nueva amiga tenía los pasillos muy estrechos, era un poco agobiante. Entonces ella me dijo que era militar, que estaba en el ejército español. Me llamó la atención que una chica de un pueblo de Bilbao estuviera en el ejército español y luego me di cuenta de que España es muy grande y que el país vasco no es sólo lo que vemos en la tele. Me sirvió para entender cuanta gente buena hay en el país vasco, cuanta gente que no se avergüenza de ser española y que además está orgullosa de ello. Empecé a pensar que vivía en un país dividido, siempre lo había pensado pero en Goñi podía sentirlo, sentía la división de los españoles entre nacionalistas y no nacionalistas. La chica de Goñi se llamaba Cristina-Fernanda, no era un nombre muy vasco. Con ese nombre sólo se podía ser reina o sargento. A Cristina-Fernanda también le gustaba leer al vidente Mario de Sabato, el que había pronosticado otra guerra civil en España. Yo le dije a Cristina-Fernanda que no podíamos tener otra guerra civil, que ya habíamos tenido una. Cristina-Fernanda me comentó que los vascos ya habían tenido tres guerras civiles. Me quedé un poco horrorizado. Me dijo ella que era teniente y que tenía un chaquetón para mí, una chaqueta Vestalt con un águila en la manga derecha. Entonces comprendí que era de un novio anterior que la había dejado. Comprendí también que el anterior novio suyo habría sido militar. Me llamó la atención que, pasara el tiempo que pasara, muchas chicas que conocía pensaran que yo tenía alguna vinculación con el ejército cuando empezaban a saber quién era. Era como si yo llevara conmigo un aura de militar. --¿Eres de derechas o de izquierdas?—me preguntó. --Le dije que yo no me consideraba ni de derechas ni de izquierdas pero que todos mis amigos me pasaban por la derecha. --Verás—la expliqué--, para mí lo que cuenta en esta vida es ser una persona normal, y para mí alguien normal es católico, patriota, proclerical, promilitar, proisraelí…y que cuando va a votar vota al Partido Popular porque es la opción menos mala que hay… --Pues sí—me dijo ella--, aunque tú te creas que no eres de derechas eres bastante de derechas… Yo no entendía por qué Cristina-Fernanda me decía eso, yo sólo trataba de ser un tipo normal que hiciera cosas normales y pensara cosas normales. --Si quieres que te diga una cosa—añadí--, te diré que soy católico pero que en mi vida nunca he buscado a Dios, he buscado el placer. De hecho creo que mi única religión ha sido el placer: el sexo, las drogas, el alcohol, la fiesta, el desparrame…¿Qué tipo de católico he sido que nunca he buscado al divino Cristo y que me he enfangado en la búsqueda de placeres que al final han acabado por saturarme? Ella me contestó que gracias a que tenía unos valores católicos ahora que en mi vida había dejado de buscar el placer tenía las bases para encontrar a Dios. Pero yo no quería encontrar a Dios, quería que Dios me encontrase a mí. Dice La Biblia que hay un tiempo para sembrar y otro para cosechar, un tiempo para tirar la piedra y otro para esconder la mano, un tiempo para la guerra y otro para la paz. Pensaba que el tiempo de buscar a Dios había llegado, el resto de mi vida había sido ir a misa con resaca de la juerga del día anterior. Yo he ido a misa todos los domingos hasta los veintitrés años…¿Qué me pasó después? Creo que sencillamente las resacas eran peores. Conversé mucho y de manera amena con mi amiga Cristina-Fernanda, me hizo darme cuenta de quién era realmente y qué estaba buscando en esta vida. Me hizo darme cuenta de lo variado que es nuestro país y quiénes lo habitan y que todo no es como lo cuentan en las noticias, me hizo pensar, me hizo madurar, y me hizo sentir una gran sensación de ternura. Y cuando llegó la noche cogí el autobús de vuelta a mi casa.

Enviado por: jose imaginacion

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