sábado, 20 de septiembre de 2008

LA MUJER DEL BAR

LA MUJER DEL BAR

La mujer tenía dos hileras de dientes perfectos pero muy amarillos por la nicotina. Tenía todos los vicios, no sólo era cocainómana sino también nicotinomániaca. Prendía un cigarrillo tras otro, tenía una absoluta obsesión por fumar. Apuraba una cerveza tras otra como si no tuviera fondo y yo me preguntaba cuál sería la fuente de su infelicidad que tanto la torturaba. Más que pensar parecía que recordase. Llevaba un vestido negro muy ceñido que resaltaba unos pechos pequeños y redondos. Era en exceso delgada y había en su rostro una expresión de sufrimiento que la marcaba. Morena de pelo y de ojos tenía unas cejas finas y perfiladas que le daban al conjunto de su cara un espíritu pensativo. Yo me senté a su lado pero noté que su presencia no hacía compañía, era como si no tuviera presencia o como si no estuviera allí.
La seguí por la calle, se dirigió al mercado y compró pescado. Me ofrecí a llevarla las bolsas.
--¿Por qué me quieres llevar las bolsas? ¿Estás loco? No te conozco de nada.
Yo la dije que sentía que la conocía de toda la vida y que quizás hubiéramos sido amantes en otra vida. Ella me dijo que como no me fuera inmediatamente iba a llamar a la policía.
Yo practicaba por aquella época la magia psicotrónica, así que decidí dominarla mentalmente. Me puse detrás de ella y la mandé ondas mentales de dominio ódico.
--Enamórate de mí, enamórate de mí.
Volvió su rostro hacia mí con un odio intenso.
--¿Qué clase de pirado eres tú que me sigues a todas partes?
Me di la vuelta como si nada y al rato la vi hablar con un policía y señalarme con el dedo.
--Usted—me dijo el policía--¿Está molestando a esta señorita?
Yo puse cara de bueno, miré fijamente a la mujer que seguía que estaba al lado del policía y musité.
--Estoy completamente enamorado de ti.
Mi frase surtió efecto. La mujer pareció apiadarse de mí. Le dijo al policía que me dejara marchar. Sentí el irrefrenable deseo de tratarla de usted como en las películas antiguas.
--La amo—le dije y una lágrima oportuna acudió a mi ojo derecho.
La mujer pensó algo un momento. Algo que yo nunca acertaré a descifrar mientras viva. Quién sabe lo que piensan las mujeres cuando les da por pensar algo de lo que uno no tiene la más absoluta idea.
--¿Qué vamos a hacer contigo?—me dijo sonriendo.
Entonces aproveché para romper a llorar, cogí su mano aunque estuviera ocupada por las bolsas y con gran esfuerzo la levanté hasta mi cara y allí la mojé con mis lágrimas.
--No me dejé—insistía--¡La amo! ¡La amo! ¡ La amo tanto!
Entonces la mujer dijo:
--Salgamos a la calle. Me llamo Marta.
--Yo me llamó José—dije entre lágrimas--, José Imaginación.
--¡Qué nombre más curioso! ¿Es un apodo?
Entonces yo la mandé ondas mentales a su cerebro ordenándola que se enamorase perdidamente de mí.
--¿Por qué me miras así? ¡Qué raro eres!
En ese momento pensé que la única forma que tenía de conquistarla era darle cierto misterio al asunto, ya habíamos salido a la calle y caminábamos juntos hacia algún lugar.
--Usted tiene un gran destino—le dije--, un destino que le tiene reservado el…¡el destino!
La mujer me miró horrorizada.
--No me trates de usted, queda un poco cursi. Además no debo ser mucho más mayor que tú…¿Cuántos años tienes?
--Treinta y seis
--¡Dios mío! ¿Qué has hecho con tu vida? ¿Cómo estás tan avejentado?
Yo volví a llorar de nuevo.
--¡Me tienen que tocar a mí todos los retrasados!—se lamentó la mujer--, mira ¿Tienes algo de dinero para invitarme a una copa? Voy un momento a casa y me esperas en el bar de aquí al lado ¿De acuerdo?
Yo sabía que no iba a volver a verla en la vida pero dejé de llorar.
--De acuerdo—dije.
La mujer se alejó con paso presuroso, con una mano me señalaba el bar donde supuestamente tenía que esperarla.
Entré en el bar y me pedí una copa. Mi energía ódica no había funcionado. Empecé a pensar por qué creía que aquella mujer era cocainómana si no la conocía de nada pero a los cinco minutos empecé a pensar que ella tenía anemia o hepatitis y que era mucho mejor no haber intimado con ella.
Me fui a casa a escuchar una canción de amor

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