viernes, 31 de octubre de 2008

LA CHICA DE ZELD

LA CHICA DE ZELD

LA CHICA DE ZELD Habíamos llegado toda mi familia y yo a la ciudad de Zeld, huyendo de la recesión. En Zeld mis padres habían comprado una casa-torre de más mil metros cuadrados. Ellos vivirían arriba lo que nos dejaría mucho espacio al resto de sus hijos para hacer nuestra vida. El problema es que mi tío había decidido cambiar de vida y venirse a vivir con nosotros también, pero le recibíamos con los brazos abiertos. En un supermercado de la ciudad de Zeld encontré lo que aparentemente era una barra de labios pero que luego resultó ser un perfume. ¡Qué gran idea la de meter un perfume en una barra de labios, era la bomba! Yo sabía que ese formato acabaría existiendo pero no sabía que iba a encontrármelo en la ciudad de Zeld. Miré un cartel en el edificio, estaba escrito en inglés y pude entenderlo. Hablaba de fiestas, de despedidas de soltero. Se trataba de disfrazarse todos de personajes de comics, de superhéroes de comics y con las fotos que se sacaban se hacía un comic con sus viñetas y sus colores y todo con el sistema photoshop y luego los invitados se quedaban el comic de recuerdo. Era una buena idea para despedidas de soltero. La noche la teníamos que pasar en una casa de campo y había un gato que no dejaba de morderme y tenía colmillos como los de los vampiros que se clavaban en mi espalda. Al final tuve que matar al gato, era él o yo. No puede dormir por haber matado al gato así que me fui a dar un paseo, empezó a amanecer y vi un hermoso río. Decidí meterme a darme un baño pero la corriente me arrastraba hacia el mar, un hombre en una lancha me salvó la vida. Quise agradecérselo y le acompañé a donde vivía, al hombre le daba un poco de vergüenza vivir allí porque era un sanatorio psiquiátrico. Le acompañé, le di mi tarjeta y cuando salía me encontré a una mujer morena de pelo largo que andaba medio desnuda, debía tratarse de una paciente. Me dijo que ella era de Zeld en inglés y luego me apuntó su número de teléfono en la tripa y yo apunté el mío en sus nalgas. Estuvimos retozando por todo el edificio, había un hombre obsesionado por conducir al que le habían regalado un cochecito teledirigido y nos divertimos con él. El problema fue que él también quería estar con la chica y no había manera de quitármelo de encima. Por fin la chica y yo encontramos un camastro y nos tendimos juntos, era una maravilla sentir su piel caliente y yo la decía que pensaba siempre que las morenas tenían la piel más cálida. Entonces escuchamos un accidente de coche porque el obseso por conducir había robado un coche y se había estampanado, tuve que salir de aquel edificio porque se armó un revuelo fenomenal y no me dio tiempo a despedirme de la mujer de Zeld. Me fui a casa a escucharmúsica latina y alguna canción de amor de algún autor

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Enviado por: jose imaginacion

El Hombre Romantico

1 comentario:

anaisnit dijo...

Interesante. Un saludo. ;)